martes, 7 de agosto de 2012

UNA LATA SIN ETIQUETA




Al levantarme y ver los rayos del sol que iluminaban mi rostro con el inicio de un nuevo día, me había percatado no iba a ser un desperdicio como el día anterior dado que no me había ido bien por un problema que no le he hallado una solución definitiva y tenia un poco pegado mi orgullo por no llegar a mi acometido.  Me levanto, reviso la computadora para revisar las entradas de la página, reviso algunos comentarios que me han llegado vía inbox mediante el Facebook. Una vez terminado todo ello, inicio con el paso más importante del día: EL DESAYUNO. 

Si, sé que muchas personas en esta época piensan  que el desayuno es una gran perdida de tiempo y se lo saltan hasta el almuerzo o porque no, hasta el punto de tirarse el ayuno diario como si fuesen a recibir su primera comunión diaria, llena de stress a causa de ver un poco la televisión antes de ir al trabajo o también tirar la primera calada de cigarrillo del día para relajarse antes de la jornada. No es que me quiera meter con las personas que elijan no desayunar antes de salir de casa, pero en realidad, uno sale de casa tan estúpido sin tomar un alimento decente y no puede coordinar, que termina durmiéndose sentado en el transporte público y pasarse hasta tres cuadras de su parada habitual.

Ahora que me encuentro con la novedad que no han hecho las compras del supermercado, reviso el refrigerador y no me extraña que no haya nada comestible en que apoyarse, ¿cereal? No gracias, ya estoy hasta el gorro de comer lo mismo dos días seguidos y lo único que hago para pasármelo es leer la tabla nutrimental de la caja para olvidarme que parezco un borrego dándole la misma comida una y otra vez. NO, QUERIA ALGO NUEVO QUE NO ESTABA ACOSTUMBRADO A DESAYUNAR A ESAS HORAS TAN TEMPRANESCAS DE LA MAÑANA. Pensando en un momento de curiosidad, abrí la alacena, y me encontré con un montón de cosas para comer que no me había percatado desde hace tiempo que estaban allí. Desde sopas instantáneas en sobres, latas de legumbres, barras para hacer chocolate caliente, empaques de pasta para hacer spaggettis, salsas, harina para preparar hot cakes (que curioso que me había olvidado de ello por la pereza) y en especial había algo que me había llamado la atención y que daba a pensar, había UNA LATA SIN ETIQUETA. ¿Cuántas veces nos encontramos en la alacena con una lata que no tenga su etiqueta y que no ha sido abierta? Me parece que muy pocas veces, hasta diría que hay algo muy extraño: “el deseo de saber que contiene, sin darle demasiada importancia que hay dentro de ella solo por simple curiosidad y sin saber hasta donde te puede llevar”.

Curiosamente, esta lata veo que todavía su fecha de caducidad es “aceptable” ya que nadie de la casa ha tenido curiosidad de abrirla y saber su verdadero contenido, emprendí la tarea de hacerlo. La tomo, siento el peso de la misma y me hago una idea de lo que hay en el recipiente. Ahora, la lata tiene un abridor que hará que se abra sin necesidad de utilizar otra herramienta, hago palanca con el broche de la lata  y me encuentro con el primer obstáculo en búsqueda del contenido: EL BROCHE SE DESPRENDE ANTES DE QUE HICIESE UNA MINIMA ABERTURA.

¿Ahora que puedo hacer? Simple y sencillamente sabía que tenía que abrirla a como diera lugar y sin importa lo que contuviese, me encontré en una situación que carecía de un abrelatas en casa (menuda sorpresa que me lleve al saber que no tenía uno), tenia un cuchillo cebollero para incrustarlo, hacerle un agujero y hacer palanca con el mismo alrededor de la tapa y tomando en cuenta la línea de apertura que utiliza el broche. Lentamente abrí la lata poco a poco hasta que me encontré con una grata sorpresa: había una crema de calabazas que me encantaba desde siempre, a tal grado que mi querida mamaíta me la daba cuando era apenas un infante y me hizo recordar ciertos pasajes de mi infancia. 

Y gracias a la simple curiosidad en mi más sentido ser estaba pensando en ello, en algo que realmente me gustaba,  sin importar lo que había en el exterior, sin etiquetas ni nada, solamente fue mi intuición, saber echarle el ímpetu necesario para redescubrir  una sensación que en verdad me agrado volver a sentir desde hacia mucho tiempo y que la había recuperado gracias a esa pequeña cosa llama curiosidad.

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